multipliquemos las historias
I. Antes de empezar con estos apuntes, nos gustaría decir por qué nos parece necesario contar nuestras experiencias, contar lo que nos está pasando. Por qué es necesario que, en el calor de estos días, multipliquemos los blogs, los murales, los artículos, los relatos, los intercambios, las discusiones.
De sobra sabemos cómo ha leído la Institución los acontecimientos que están teniendo lugar, como ha tratado –insistentemente- de inscribirlos en una cronología del orden establecido. En esa cronología, todo lo que no se identifique plenamente con ese orden establecido es una mancha. Cada día de toma, cada corte de calle, cada clase pública, cada clase autogestionada: una mancha. “La toma es presentada como una interrupción de la “regularidad”, una pausa improductiva que genera pérdidas. Pérdida de trabajo (“se han perdido semanas de trabajo”), de stock (“se perdió un 20% de stock de bancos y sillas”), de carga horaria (cada materia “perdió entre el 15 y el 20% de su carga horaria cuatrimestral”), etc.”. Algún día –supone la Institución- la máquina volverá a funcionar normalmente, todo este error será corregido, y La Historia dirá que sólo fue una interrupción, una pequeña mancha en la cronología del orden.
Tenemos, entonces, una tarea por delante: la de hacer nuestros propios relatos e inscribirlos en nuestras propias historias. Unos relatos donde todo este proceso no sea ya una mancha o un error, sino lo queramos que sea. Abramos y construyamos nuestra propia línea de tiempo: con sus propios deseos y proyectos, sus propias preguntas e inquietudes, sus propios errores y aciertos, sus perdidas y sus ganancias, etc.
En nuestras historias, por ejemplo, no aparecerá un relato de la “inseguridad” en torno a la interrupción de la máquina. Aparecerán, más bien, preguntas: ¿qué seguridad es la que se ha interrumpido? ¿cuál seguridad? ¿cuáles garantías? ¿no será, solamente, la seguridad de lo que viene siendo, la seguridad de la costumbre?
En nuestras historias todo esto que somos es una formación permanente, un exceso. Sabemos de nuestros errores –de ellos también hacer una historia- pero también sabemos que no existe un tiempo abstracto para construir una potencia: la potencia se construye en la lucha, y en la lucha se da sus modos de funcionamiento, sus características, etc. No vamos a esperar a entender, a saber cómo se negocia, a estar de acuerdo.
Cada día, no sólo está en juego la lectura presente del proceso, sino también lo que de él quedará, cómo cristalizará en la memoria de todes les que habitamos la facultad. En este sentido, creemos que debemos disputar contra todas las operaciones simbólicas que pretenden borrar la toma de cara al futuro. Tenemos que multiplicar nuestros relatos, tenemos que contar(nos) lo que nos pasa, tenemos que escribir, filmar, dibujar, tenemos que transmitir nuestra experiencia y evitar que se pierda, evitar que se borre y evitar que otres la cuenten por nosotres.
Digámoslo pronto: no queremos un relato único y monolítico sino múltiples relatos, que se expresen muchas maneras de vivir y sentir el conflicto y la lucha, con sus acuerdos, sus contradicciones, etc. Contra La Historia del Uno, opongamos las historias de todes.
II. Hay un triunfo implícito en este tipo de procesos de lucha, quizás el más importante de todos: les estudiantes nos damos cuenta -¡por fin!- de que todos los días plebiscitamos un modo de producir conocimiento, un modo de habitar la facultad, un modo de relacionarnos entre nosotros y con los profesores y profesoras, un modo de relacionarnos con los textos, etc. Lo que se ha abierto por estos días, lo que hemos abierto, es una situación que interrumpe el flujo de lo siempre idéntico, violentándolo, desnaturalizándolo, mostrando su contingencia y, al mismo tiempo, como cada uno y cada una de nosotres decide todos los días que la facultad sea de determinada manera y no de otras tantas posibles. Este despertar, entendemos, es un paso ineludible para pensarnos como sujetos y sujetas que pueden llevar adelante una transformación que materialice sus deseos.
III. Confiamos en la memoria de nuestros cuerpos, en su capacidad para ser el lugar de sedimentación de todas las experiencias que venimos viviendo. Queremos darle a nuestros cuerpos las disponibilidades para que florezcan otros modos de ser en el aula y en los pasillos, entre nosotres, con los textos, etc. Ese aprendizaje del cuerpo –lo sabemos- se da sólo en la práctica. Por eso tenemos que hacer más clases autogestionadas, más artículos escritos colectivamente, más mateadas en los pasillos… y entregarnos al aprendizaje.
Confiamos en que nuestros cuerpos no van a poder adaptarse normalmente a la normalidad si mantenemos encendidos todo esos espacios. Queremos que cuando la máquina vuelva a funcionar nuestros cuerpos se desacoplen, se pierdan, se fuguen, se equivoquen, que cometan errores, etc.
Queremos que nosotres mismes nos impidamos olvidar. Queremos poder decir una y otra vez que estuvimos ahí y que no vamos a desoír los deseos que ahora nos habitan: los proyectos, las ideas, etc. Tenemos una tarea política por delante: darle continuidad a los procesos abiertos, darnos los espacios para que todos estos fenómenos excepcionales se vuelvan regla entre nosotres. Tenemos la ineludible tarea de evitar que nuestro habitus nos vuelva para atrás, nos lleve de nuevo a lo acostumbrado, a lo siempre idéntico, etc. Ahora sabemos qué tenemos que exigirnos, con qué tenemos que comprometernos. Habrá que trabajar sobre esas tareas y sobre esas exigencias, pensarlas, discutirlas, que sean una con nosotros.
Tenemos, desde ahora, nuevas preguntas –nuevas armas- para abordar una y otra vez a la Institución y también a nosotres mismes. Todo este proceso nos dejará disponibilidades, como decíamos, pero también preguntas y voluntades de querer y de no querer. Hay que martillar a repetición: ¿Por qué es así y no de otra manera? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?
Flor, Sofí, Ale, Santi, Juli, Eva, Sofi, Inés, Mariela, Gastón, Lucila,
Tomás, Facu, Guille, Ana, Mati, Rulo, Carlos, Martín, Ale.
1 comentarios:
excelente
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